Viajar sola

Hay algo potente y empoderante en viajar sola. Imagino que como alguien que estudió idiomas solo para poder viajar más, viajar es algo recurrente en mi vida. Mi dinero me lo gasto en viajes y dedico mucho tiempo a planear estos viajes. Es mi hobby principal y he intentado incorporarlo en mi trabajo también.

Quizá también como mujer joven hay algo poderoso en desenvolverte por el mundo sola, sin ayuda. A pesar de mis casi 36 años todavía me han dicho hoy al irme de casa “que tenga cuidado”. Porque corro peligro. Quién sabe cuándo dejaré de correr peligro. ¿Llegará ese día? ¿Es por ser joven o por ser mujer? Si es por ser joven quizá algún día deje de ser peligroso. Si es por ser mujer lo llevo crudo.

En este viaje me siento especialmente fresca y fuerte. Alemania es mi segunda casa. Viví aquí 2 años en 2 ciudades diferentes y me conozco sus costumbres, horarios, tabúes y manías. El alemán es mi tercera lengua. A pesar de tener ya el C1 todavía no pillo algunas palabras o algunos acentos pero eso no me hace sentir insegura.

Por lo tanto, aquí me siento casi en casa. Casi. No tan en casa como una se siente en España, claro, pero bastante en casa para estar en el extranjero.

Mi madre está preocupada por lo largo que se me va a hacer el viaje. Para tranquilizarla, le mando el siguiente mensaje: “Además voy muy tranquila sola”.

Mi madre me manda este mensaje: “Sí, yo también lo estaría, y más con los idiomas que hablas”.

Sola frente al mundo, sabiendo que tienes las herramientas, los conocimientos, las habilidades y, me atrevo a decir, hasta el talento para apañármelas en casi cualquier parte. Vuelvo a sentir el poder del momento que estoy viviendo.

Me encuentro durante el viaje a personas de muchos sitios, compartimos anécdotas comparando culturas y nos reímos a carcajadas de situaciones incómodas que nos han pasado cuando el lenguaje y la cultura se interponen en la comunicación fluida y crean situaciones de “tierra, trágame”. Situaciones que en el momento sufriste pero que ahora sabes que te ayudaron a ser mejor, a conocer mejor, a entender mejor. Ya no vuelvo a cometer ese error.

Y es que, como pasa siempre con todo en la vida, uno aprende haciendo y equivocándose. Ahora me río de los errores, los cuento con gracia y se me saltan las lágrimas de risa cuando estoy llegando al momento álgido de la anécdota.

Pero para llegar a esta cumbre he tenido que escalar muchas montañas practicando y ahora miro desde arriba orgullosa de mí misma. No me considero especialmente soberbia con mis cualidades pero de esta cualidad en concreto me siento orgullosa. Me entenderán aquellos que, por ejemplo, practican para correr una maratón durante años y por fin se ven cruzando esa meta, una y otra vez, en diferentes carreras por el mundo entero.

Mis metas son situaciones de las que salgo airosa a pesar de las diferencias culturales e idiomáticas, conseguir lo que quiero en cualquier sitio del mundo, sentirme segura caminando por calles extranjeras, no sentir miedo por no entender, tener claro que al final me las apañaré. Cada uno tiene derecho a sentirse orgulloso de algo y este es mi talento ¿y el tuyo?