No seas un guiri

Esta semana han llegado a mi universidad los estudiantes internacionales que estudiarán aquí este curso académico. Siempre es una semana de muchos nervios y estrés pero también de mucha ilusión. Es el primer día del resto de sus días. Sus vidas van a cambiar para siempre. Cuando vuelvan a casa todo seguirá igual pero ellos serán otros, totalmente transformados.

Tras muchos años de experiencias internacionales, choques culturales, malentendidos, nostalgia y alguna que otra llorera, me permito darle un consejo a todo el que se encuentra a punto de vivir una experiencia internacional: no seas un guiri más.

No eres un turista, no vas allí a recorrer la ciudad, comer la comida típica, hacerte la foto y volver a casa igual que como te fuiste. Cuando estás en el destino para vivir tienes que jugar con las reglas del juego de tu país de destino así que cuanto antes lo asumas, mejor.

Concédete una semana para el choque cultural, para pensar “qué diferente es todo, qué raro es todo, qué difícil…” Pero no dejes que esos pensamientos te bloqueen ni te apabullen. Has venido a esto ¿no? Nadie dijo que fuera a ser fácil. Si querías hacer lo mismo que haces en casa tendrías que haberte quedado en casa. Si no querías problemas ni retos ni complicaciones esto no es para ti.

Tienes que olvidarte de tu lengua, de tu música, de tu comida y de tus horarios.  Ahora juega el juego de que durante unos meses o un año vas a ser francés, italiano, alemán o lo que sea que te haya tocado ser. Como siempre, el sabio refranero nos da un buen consejo: donde fueres, haz lo que vieres.

Ya tendrás tiempo de volver a tu nacionalidad, a tus horarios, a tus costumbres, a tu comida, cuando vuelvas a casa. Tienes el resto de tu vida para ser lo que eres y solo durante unos meses puedes jugar este juego.

No te voy a engañar: es un juego difícil y duro. A veces necesitas sentir algo familiar, comer algo que huela a hogar, hablar con alguien en tu idioma, una video llamada con tu entorno cercano, por supuesto que sí. En cualquier partido hay que parar de vez en cuando y descansar y luego volver a salir al campo de juego. Aquí es igual.

La primera prueba del juego es hacer un amigo en destino. Lo más probable es que sea alguien que está igual que tú, igual de perdido, que llegó a la vez que tú y que tampoco habla el idioma bien ni sabe dónde están las cosas.

Hay una cierta paz en conocer a alguien que está igual que tú, que juega el juego contigo, que se equivoca pronunciando nombres, que no tiene la ropa adecuada para la estación, que se ha quedado sin datos en el móvil o que vive en un piso demasiado lejos porque no encontró nada mejor.

La siguiente prueba es hacer un amigo local. Esto se complica. La gente local no siempre está dispuesta a hacer amigos “guiris”. Tienes que hacer un esfuerzo grande para encontrarlos: buscar un piso con locales y que te acepten siendo de fuera, apuntarte a actividades de locales o practicar deporte con ellos, hablar con ellos en cafeterías, clases o fiestas, cualquier encuentro es bueno.

El idioma a veces es muchas veces la barrera y la prueba más difícil. Aprender lo necesario para hablar con taxistas y camareros suele ser fácil. Pero de ahí a tener conversaciones largas y profundas, entender el idioma en ambientes de trabajo o estudio y exponer tus ideas de manera que se entiendan hay un largo trecho. Normalmente es el trecho más difícil de caminar.

La prueba más sutil pero quizá la más compleja es la de la cultura. Al principio son anécdotas graciosas (cómo saludar ¿un beso, dos, la mano, reverencia?), pero con el tiempo se convierte en algo más profundo: Comprender los tabús, lo que es apropiado decir en público o no, lo que no se debe preguntar nunca, las expresiones faciales de cada cultura, el lenguaje corporal, la música, los sabores, la manera de entender el ocio, las relaciones de amistad, amor o familiares…

Con el tiempo, el juego deja de ser difícil y se convierte en tu segunda naturaleza. Te sabes las paradas de bus de memoria, no necesitas Google Maps para llegar donde quieres llegar, ya sabes qué comidas no te gustan y las evitas, te has enterado de en qué bares están las copas más baratas, tienes un grupo de amigos que se sienten como una familia y tu pronunciación ha mejorado a pasos agigantados. En ciertos contextos, nadie diría que eres extranjero. Ya eres un máster de este juego.

Cuando te das cuenta, la experiencia ha acabado. Vuelves a casa con el corazón lleno de contradicciones, con ganas de ver a tu entorno pero consciente de que lo has vivido no se podrá repetir jamás, la experiencia acaba y nadie te asegura que volverás a esa ciudad, a ese país. Has prometido volver a ver a esos amigos, habéis quedado quizá en un par de meses, pero nada será igual, ya no puedes volver a esa vida y sabes que la echarás de menos.

Se acabó el juego. Disfrútalo mientras dure. No habrá otro igual.

(En la foto estoy yo, con mucha nieve en Canadá, totalmente fuera de mi área de confort)