Manolito Gafotas y los chistes intraducibles
Hay chistes que no hacen gracia cuando se traducen. Si alguna vez has hecho amigos de otra cultura puede que te haya pasado. Ese silencio, esa cara de incomprensión, puede que incluso se escuche una risa falsa, obligada para no hacerte sentir mal. Y lo peor es cuando se intenta explicar el chiste. Entramos en una situación más denigrante todavía si cabe, puesto que la respuesta a la explicación seguirá siendo la misma confusión o la misma sonrisa por compromiso.
A veces los chistes no se pueden traducir porque hay un juego de palabras implícito que lo hace intraducible y otras veces es porque hacen falta unos conocimientos previos de la cultura para entender el chiste. Sin embargo, en mi opinión los más retadores son aquellos en los que el cambio de contexto cultural hace inapropiado el chiste.
Desde niña he sido una fanática de los libros de Manolito Gafotas, de Elvira Lindo. Fueron los primeros que disfruté leyendo, que me sacaron una carcajada y que me hicieron sentir identificada con el protagonista. Me sabía párrafos prácticamente de memoria y era capaz de leerme un libro entero en una tarde. Todo lector ha tenido una saga de libros que le ha hecho enamorarse de la literatura y en mi caso fue Manolito.
Imaginaos mi decepción al descubrir que Manolito no tiene tanta gracia en otros idiomas. Para un trabajo de la universidad quise investigar sobre la traducción que se había hecho de la obra de Elvira Linda para el mercado anglosajón y me sentí muy frustrada al darme cuenta de que muchos de los mejores chistes habían sido suprimidos o cambiados de tal forma que eran prácticamente irreconocibles.
El ejemplo más notable y que creo que representa lo que quiero expresar hoy es la parte donde Manolito describe las collejas de su madre. Manolito, como buen niño español de los 90, está acostumbrado a recibir collejas por parte de su madre como castigo. Manolito ha catalogado los distintos tipo de collejas (las de con efecto retardado nunca las olvidaré) y la amenaza de una colleja cayendo sobre su cuello es lo que muchas veces lo salva de meterse en una situación peliaguda… o no. Sin embargo, en la cultura anglosajona pegar a los niños es un tabú y en la traducción oficial de los libros al inglés las collejas fueron sustituidas por lectures.
Aún más decepcionada me sentí al leer algunos comentarios online en los que madres anglosajonas indignadas encontraban insultante un libro en el que un niño era cruelmente llamado Four-eyes y otro Big Ears. Me costó mucho entender que el humor a veces cuesta traducirlo y que, incluso cuando se traduce con éxito, no hace gracia.
En España los niños (y los adultos) tienen motes, muchas veces insultantes, que, al establecerse como motes, dejan de ser insultos. Como bien expresa Manolito en el primer capítulo: desde que es Manolito Gafotas, le da igual que lo llamen Gafotas. Sin embargo, esto es difícil de entender en otras culturas, tal y como se expresa en este video de Joanna Hausmann:
Con esto no digo que no haya bromas universales o, más bien, bromas que hagan reír en todo el mundo, pero hay que tener cuidado al hacer bromas o contar chistes a personas de otras culturas, puesto que a veces podemos estar ofendiendo o incluso insultando sin darnos cuenta. Lo más seguro es hacer bromas sobre ti mismo o sobre tu cultura, especialmente si estás empezando a tratar con alguien y todavía no tienes suficiente confianza.
Ilustración de portada de Emilio Urberuaga.