Acentos y prejuicios

He vuelto a retomar el alemán. Empecé a estudiarlo con 18 años y lo tenía abandonado desde varios años. Era un proyecto personal que quería volver a poner en pie y creo que lo estoy consiguiendo poco a poco. Desde que empecé a estudiarlo siempre ha sido una lengua que me ha gustado mucho, sobre todo por la lógica que hay detrás de las creaciones de palabras, pero hoy quería reflexionar sobre todos los prejuicios que tiene que sufrir esta lengua y sus hablantes.

Desde que empecé a comentar en mi entorno que estudiaba alemán me he encontrado con una serie de ideas preconcebidas con respecto a esta lengua, particularmente el acento. He tardado un tiempo en darme cuénta qué es lo que hay detrás.

Cuando alguien intenta imitar el acento alemán suele pronunciar las erres con mucha fuerza, hablar muy alto y remarcar los sonidos labiales y dentales (b, p, t…) excesivamente (algún escupitajo se puede escapar incluso).

Nada más lejos de la realidad de la mayoría de germanoparlantes. Desde el primer momento que escuché a alguien hablar alemán me llamó la atención que el sonido «erre» es un reto para muchos alemanes puesto que predomina la erre gutural (relacionada en general con la lengua francesa). Nunca olvidaré a una encantadora profesora alemana que nos dijo que para ella era genéticamente imposible pronunciar la palabra perro (peggo más bien). Esta profesora además tenía un tono de voz muy suave y relajante.

Entonces, ¿de dónde viene esta idea de que el alemán es una lengua agresiva, dura y con una pronuncación tan fuerte y marcada? Me temo que hay un motivo muy claro y está relacionado con la parte más oscura de la historia alemana.

En primer lugar, hagamos el ejercicio de reflexionar quién ha sido el hablante de alemán más famoso de la historia reciente. Por desgracia, Hitler se lleva la palma en este concurso. Lo hemos visto y escuchado en televisión hasta la saciedad y, normalmente, como ocurre con los documentos históricos, no están doblados, sino que lo escuchamos en su alemán original.

No creo que haga falta decir que la pronuncación, acento y tono de Hitler en los discursos multitudinarios que escuchamos en los medios de comunicación no son representativos de la lengua alemana. Según los expertos, tenía un acento de la baja Baviera, donde sí es más común la fuerte pronuncación del sonido erre. Por la temática y circunstancias de sus discursos, pronunciaba los sonidos fuertes con más fuerza todavía para dar énfasis, gritaba, gesticulaba… En resumen, era un orador agresivo y su acento refleja esta agresividad.

No ayuda tampoco el hecho de que a la industria cinematográfica le interese perpetuar este mito de agresividad de la lengua alemana, puesto que en todas las pelis de la Segunda Guerra Mundial, los alemanes siempre hacen de malos, con alguna excepción. Pongo aquí un clip de una película alemana que se hizo bastante viral en su momento donde sale Hitler pegando voces. Creo que la escena describe bien por qué no se puede coger a un hablante de una lengua como ejemplo que aplique a todos los demás hablantes, y menos si es el dictador más odiado de la historia de Europa y siempre sale enfadado en todas las películas:

Una anécdota curiosa que tiene que ver con el alemán y las «erres» es la polémica en la que se vio envuelto el grupo Rammstein debido a la fuerte pronunciación de las erres que hace el cantante de la banda, lo cual les costó ser acusados de neonazis, puesto que estas erres tan vibrantes los mismos alemanes las relacionan con Hitler.

Esta asociación de prejuicios a una lengua es muy común en la cultura popular. ¿No ha pasado algo parecido con la lengua rusa? ¿Cuántos rusos malos hemos visto en películas?. En España tenemos otros ejemplos de acentos que vienen acompañados de prejuicios. El que más me duele a mí como andaluza obviamente es el que relaciona las hablas andaluzas con hablantes catetos, incultos y vagos.

Por eso siempre que se conoce a alguien de otra cultura hay que partir de la base que no sabes nada de esa persona porque nunca sabes cuántas mentiras estás considerando verdades.